¿En qué andamos?

Poco a poco...Vamos traduciendo el segundo capítulo.
Soy consciente de que este pobre proyecto está medio abandonado, pero muchos otros, como la traducción de Amnesia Later o la promoción de Lazos de Sangre, y además el trabajo, se me llevan casi todo el tiempo. Aún así sigo adelante, y no pienso abandonar por completo.

domingo, 21 de octubre de 2012

Glosario de No.6

Nezumi (No.6)
Bloque Este -> Zona de cultivo y pastoreo de la ciudad No.6, que provee, junto al bloque Sur, del 60% de vegetales comestibles y el 50% de los productos animales.

Bloque Norte -> Zona verde de No.6, constituida por un bosque caducifolio y unas montañas. Está bajo la estricta supervisión del Comité.

Bloque Oeste -> Una zona de alta seguridad donde la ciudad de No.6 aboca todo lo potencialmente peligroso, sean objetos o personas.

Bloque Sur -> Zona de cultivo y pastoreo de la ciudad No.6, que provee, junto al bloque Este, del 60% de vegetales comestibles y el 50% de los productos animales.

Chronos -> La zona de No.6 destinada a la élite.

Curso Especial -> Cuando un niño saca una alta puntuación de inteligencia y aptitud en las pruebas a los dos años se les concede la entrada al Curso Especial, adecuado para sus habilidades y para el futuro que se depara para ellos.

Gota Lunar -> Es el nombre coloquial que recibe el Ayuntamiento de No.6

Nezumi -> Significa “ratón”, pero es el nombre de uno de los protagonistas de esta historia.

No.6 -> La sexta ciudad independiente del mundo, donde se llevan a cabo los eventos de esta historia.

Shion -> “Shion” es una flor, pero también es el nombre del protagonista principal de la novela.

VC -> Las siglas de lo que en inglés se llama Violent-Chip o Chip de Violencia. Antaño se usaba para controlar la información agresiva o turbadora de la televisión, pero después se pusieron en los criminales más peligrosos para localizarlos y seguir sus constantes vitales. Ahora, VC es el nombre que reciben esos criminales, no el chip.

No.6 - Primer Volumen - Capítulo 1

Capítulo anterior -> X
Capítulo original (translate en inglés) -> Parte A, la B y finalmente C.
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Nezumi (No.6)

Capítulo I
Nezumi, mojado


Nezumi estaba en un túnel.
En la oscuridad respiró tranquilo. El aire olía ligeramente a húmedo y a sucio. Avanzó con cautela. Era un sitio pequeño, sólo lo bastante grande para que Nezumi se arrastrara por él, y era muy oscuro.
No había luz en ninguna parte, pero eso calmaba su espíritu. Le gustaban los lugares oscuros y pequeños. En esos espacios nada grande y vivo podía ir y capturarlo. Momentáneo alivio y tranquilidad.
Sentía un dolor sordo en la herida de su hombro, pero no era suficiente para preocuparlo. El problema, por otra parte, era con la cantidad de sangre que había perdido. La herida no era profunda, sólo le había rozado un poco el hombro. La sangre debería haber empezado a coagularse y cerrar la herida abierta. Pero aún…
Él notaba la cálida y viscosa sensación.
Aún estaba sangrando.
<Anticoagulante. Han recubierto la bala con él.> Pensó.
Nezumi se mordió el labio. Quería algo con lo que detener el sangrado, como trombina, o sal de aluminio. No, ni siquiera tanto, bastaría con agua limpia para limpiar la herida.
Las piernas se le doblaron. Le sobrevino un mareo.
<Esto no es bueno…>
Se desmayaría por la falta de sangre, tal vez. Si eso sucedía sería malo. Pronto no sería capaz de moverse siquiera.
<Pero quizá no debería importarme.>
De pronto escuchó una voz en su interior.
Tal vez no sería tan malo aovillarse, incapaz de moverse, envuelto en la húmeda oscuridad. Se dormiría, un largo sueño…y una pacífica muerte. No dolería, no demasiado. Quizá sentiría un poco frío.
No, eso sería demasiado bonito. La presión de su sangre caería en picado, tendría problemas para respirar, sus miembros quedarían paralizados…Por supuesto que no sería indoloro.
<Quiero dormir…> Pensó.
Estaba cansado. Frío. Dolorido. Incapaz de moverse. Sólo tenía que sufrir un poco más, se dijo a sí mismo. Quedarse quieto en lugar de luchar infructuosamente. Había personas persiguiéndolo, pero nadie iba a rescatarlo. Así pues él simplemente debería poner punto y final a su vida. Aovillarse aquí y sólo dormir. Sólo dejarlo.
Sus pies seguían caminando. Sus manos recorrían los muros.
Nezumi lanzó una sonrisa forzada. Su voz le decía que abandonara, pero su cuerpo aún avanzaba obstinadamente. Qué problemático era.
<Una hora más. No, treinta minutos.>
Treinta minutos era el tiempo del que disponía para poder actuar. En ese tiempo tenía que detener el sangrado y encontrar un lugar seguro para descansar. Los requerimientos básicos para seguir vivo.
Hubo un movimiento en el aire.
La oscuridad ante él comenzó a volverse más clara. Dio cada paso con mucho cuidado hasta emerger de las tinieblas y del estrecho túnel hasta un ancho espacio rodeado de blancos muros de hormigón.
Nezumi sabía que esto había sido parte de una alcantarilla en uso hasta hacía diez años y algo, al final del siglo veinte.
Al contrario del mundo superior, las instalaciones subterráneas de Nº 6 no estaban en muy buen estado. Muchas de ellas se encontraban igual que en el siglo anterior. Este túnel de alcantarillado era sólo otro más, abandonado y olvidado.
Nezumi no podría haber pedido un entorno mejor. Cerró los ojos y visualizó el mapa de Nº 6 que había extraído del ordenador.
Sería estupendo que aquella fuera la ruta abandonada K0210. Si así fuera debería extenderse hacia la alta área residencial llamada Chronos. Por supuesto que también podría ser un callejón sin salida, pero si había decidido vivir la única opción que le quedaba era seguir adelante. En su estado Nezumi no tenía tiempo ni oportunidad para deliberaciones.
El aire se movía. Ya no era la humedad viciada de antes, sino un aire fresco que traía un suave olor a agua. Recordó que estaba lloviendo fuerte ahí arriba. Definitivamente aquel pasaje conectaba con el mundo exterior.
Nezumi inhaló, aspirando el aroma a lluvia.

***

El siete de Septiembre de 2013 fue mi doceavo cumpleaños. Desde hacía una semana un sistema tropical de baja presión, o huracán, se había estado formando en el área suroeste del Océano Pacífico norte, haciendo su camino hacia el norte, recogiendo poder, hasta que nos había golpeado directamente en la ciudad Nº 6.
Era el mejor regalo que podía haber recibido. Estaba colmado de emoción. Eran sólo las cuatro y pico de la tarde, pero ya estaba oscureciendo. Los árboles del jardín se inclinaban contra el viento, que arrancaba pequeñas brancas. Amaba el clamoroso estruendo que hacían. Era el contrario absoluto de la usual atmósfera del vecindario, en la que rara ve había ningún ruido.
Mi madre prefería los pequeños árboles a las flores, y gracias a su entusiasmo al plantar camelias, almendros y arces por todo el lugar nuestro jardín se había convertido en una pequeña arboleda.
Gracias a eso el sonido de aquel día era como ningún otro. Cada árbol gemía de una manera diferente. Las hojas rotas y las ramas arrancadas golpeaban contra la ventana, cubriéndola, y después eran empujadas lejos otra vez. Una vez y otra y otra, las ráfagas de viento chocaban contra el cristal.
Deseé vehementemente abrirla. Incluso esos fuertes vientos eran incapaces de romper el vidrio resistente a los golpes, y en esta habitación de atmósfera controlada la temperatura permanecía estable y descargada.
Por eso quería abrir la ventana. Abrirla y traer todo el aire, el viento, la lluvia, cambiar lo usual.
-          Shion. – Llamó la voz de mi madre a través del intercomunicador. – Espero que no estés pensando en abrir la ventana.
-          No lo hago. – Respondí.
-          Bien…¿Lo has oído? Las tierras más bajas del Bloque Oeste están inundadas. Terrible, ¿verdad?
Ella no sonaba como si se sintiera terrible en absoluto.
Fuera de Nº 6 la tierra estaba dividida en cuatro bloques…Este, Oeste, Norte y Sur. La mayor parte de los bloques Este y Sur eran tierras de cultivo y pastoreo. Ellos proveían alrededor del 60% de la comida vegetal y el 50% de los productos animales. En el norte había un bosque caducifolio y montañas, bajo la completa conservación del Comité de Administración Central.
Sin el permiso del Comité nadie podía entrar en el área. No es como si nadie quisiera vagar en lo salvaje, completamente fuera de mantenimiento.
En el centro de la ciudad había un enorme parque forestal que cubría más de una sexta parte del área total de la urbe. En ella uno podía experimentar los cambios estacionales e interactuar con las cientos de especies de pequeños animales e insectos que lo habitaban.
La vasta mayoría de los ciudadanos estaban contentos con la vida silvestre del parque.
A mí no me gustaba mucho.
Especialmente me disgustaba el edificio del ayuntamiento, asomándose desde el centro del parque. Tenía cinco pisos bajo tierra y diez por encima, y su silueta era como una cúpula.
Nº 6 no tenía rascacielos, así que “asomarse” es un poco exagerado. Sin embargo me daba una siniestra sensación.
Había gente que lo llamaba “Gota Lunar” por su silueta redondeada y blanca, pero a mí me recordaba más bien a una ampolla en la piel. Una ampolla que había emergido en el centro de la ciudad.
Y como para rodearla, el hospital y la oficina de seguridad habían sido construidos cerca, conectados por corredores que parecían tuberías de gas.
Alrededor estaba el bosque verde. El parque forestal, un lugar de paz y tranquilidad para los buenos ciudadanos. Todas las plantas y animales que habitaban el lugar eran minuciosamente monitoreadas, y todas las flores, todos los frutos y las pequeñas criaturas de cada área en cada estación eran cuidadosamente grabadas.
Los ciudadanos podrían encontrar el mejor momento y lugar para ver y contemplar estas cosas a través del sistema de servicio de la ciudad.
Obediente, perfecta naturaleza.
Pero incluso ésta podría enfurecerse un día como este. Al fin y al cabo, era un huracán.
Una rama con verdes hojas aún sujetas golpeó la ventana.
La siguió un revuelo de viento, y su rugido resonó por un momento. Al menos creí oírlo resonar. El cristal insonorizado me aislaba de cualquier ruido del exterior.
Quería la ventana fuera de mi camino. Quería oír, quería sentir el viento furioso.
Sin siquiera pensarlo la abrí.
Como si viniera de las profundidades de la tierra el vendaval retumbó. Era un rugido que no había oído en mucho tiempo. Yo también lo hice: alcé mis propias manos y lancé un grito. Se perdió en los vientos tormentosos, sin encontrar a nadie que lo escuchara.
Aún así grite, sin ningún motivo. Las gotas de lluvia caían en mi garganta. Sabía que estaba siendo infantil, pero no podía parar.
Comenzó a llover más fuerte.
¡Cuán excitante sería quitarme toda la ropa y tirarme hacia la lluvia! Intenté imaginarme a mí mismo desnudo, corriendo en la torrencial tormenta. Definitivamente sería declarado loco, pero era una tentación casi irresistible.
Abrí la boca de nuevo y tragué las gotas de agua que cayeron en ella.
Quería reprimir aquel extraño impulso. Temía a lo que acechaba en mi interior. A veces me encontraba sobrepasado por tumultuosos, salvajes emociones.

Rómpelo.
Destrúyelo.
¿Destruir qué?
Todo.
¿Todo?

Se escuchó un mecánico sonido de alerta. Anunciaba que las condiciones atmosféricas en la habitación estaban deteriorándose. Eventualmente la ventana se cerraría automáticamente. El secado y el control de temperatura comenzaría, y todas las cosas mojadas en al habitación, incluido yo mismo, se secarían instantáneamente.
Limpié mi rostro goteante con la cortina y fui a la puerta para apagar el sistema de control del aire.
¿Qué hubiera pasado si en ese momento hubiera obedecido el sonido de advertencia? A veces aún me lo pregunto. Si hubiera cerrado la ventana, si hubiera elegido permanecer en el adecuado y seco confort de mi cuarto, mi vida hubiera sido completamente distinta.
No me lamento ni nada parecido, es sólo un pensamiento peculiar. La única cosa que cambió mi mundo entero, tan meticulosamente controlado hasta entonces, sucedió por una pequeña coincidencia: ese siete de Septiembre del 2013, un día tormentoso, tomé la decisión de abrir la ventana.
Fue ciertamente un pensamiento peculiar.
Y aunque no tengo un dios particular en el que creer, hay veces en que siento cierta convicción hacia el término “la mano divina”.
Apagué el botón. El sonido de alarma se detuvo. Un súbito silencio cayó sobre la habitación.
-          Heh…
Oí una desvaída risa a mi espalda.
Instintivamente miré alrededor y lancé un pequeño grito.
Había un chico allí, empapado. Me costó un poco darme cuenta de que era un chico, al menos. Tenía el pelo largo hasta los hombros, y tapaba su pequeño rostro. Su cuello y sus brazos, que sobresalían de una camiseta de manga corta, eran muy delgados. En el primer momento en realidad no podría haber dicho si era un niño o una niña, si era mayor o más joven de lo que parecía: mis ojos y mi atención estaban demasiado enfocados en su hombro, que estaba teñida de rojo, como para pensar en otra cosa.
Era el color de la sangre.
Nunca antes había visto a nadie sangrar tan profusamente como él lo hacía.
Instintivamente extendí una mano hacia él.
La figura del intruso se desvaneció ante la punta de mis dedos.
Al mismo tiempo sentí un golpe, y fui empujado contra el muro con una fuerza descomunal.
Noté una sensación helada en mi cuello. Eran dedos, cinco, cerrándose en torno a mi garganta.

***

-          No te muevas. – Dijo.
Era más bajo que yo.
Aún asfixiándome, me obligué a mirar sus ojos. Eran oscuros pero al mismo tiempo claros, de color gris. Nunca había visto un color así antes.
Sus dedos apretaron más aún.
No parecía fuerte en absoluto, pero me encontraba absolutamente incapaz de moverme. No era algo que una persona normal pudiera hacer.
-          Ya veo…- Logré jadear. – Estás acostumbrado a hacer esto…
Ese par de ojos grises ni siquiera pestañearon. Su mirada seguía fija, emanando calma, como la gentil superficie del océano. No había en ellos amenaza, miedo o intenciones asesinas. Sólo unos ojos muy quietos.
Mi propio pánico comenzó a remitir.
-          Trataré tu herida. – Dije, sin aliento, lamiendo mis labios. – Estás herido, ¿no? Te trataré.
Me pude ver reflejados en los ojos del intruso. Por un momento sentí como si pudiera ser absorbido por ellos.
Desvié la mirada hacia el suelo.
-          Trataré tu herida…- Musité. – Tenemos que detener el sangrado. Tratarlo. Entiendes lo que digo…¿verdad?
La presión alrededor de mi cuello aflojó ligeramente.
-          Shion.
La voz de mi madre salió del intercomunicador.
-          Tienes la ventana abierta, ¿verdad?
Tomé aliento. Me sentía bien, estaba bien, me había recuperado. Podía hablar con normalidad.
-          ¿La ventana? – Dije. – Ah…sí, está abierta.
-          Vas a coger un resfriado si no la cierras.
-          Lo sé.
Pude oír a mi madre riendo al otro lado de la línea.
-          Hoy cumples doce años pero aún actúas como un niño pequeño.
-          Vale, lo pillo…Oh, ¿mamá?
-          ¿Qué?
-          Tengo un reporte que escribir. ¿Puedes dejarme solo un rato?
-          ¿Un reporte? ¿Ya has empezado el Curso Especial?
-          ¿Uh? Oh, bueno, tengo un montón de tareas que hacer.
-          Ya veo…No te sobreesfuerces. Baja para la comida.
Los fríos dedos se apartaron de mi garganta. Mi cuerpo quedó liberado.
Alargé la mano para encender el sistema de control del aire, pero me aseguré de mantener apagado el sistema de seguridad. Si no lo hiciera detectaría al intruso como una presencia extraña y estallaría una atronadora alarma.
Si la persona fuera reconocida como un residente legítimo de Nº 6 no pasaría, pero no podía imaginar al empapado intruso como un ciudadano.
La ventana se cerró y el aire caliente comenzó a circular por la habitación.
El intruso de ojos grises pareció colapsar, y se inclinó contra la cama. Lanzó un largo, profundo suspiro.
Parecía considerablemente debilitado.
Cogí rápidamente el kit de emergencia. Primero le tomé el pulso; después desgarré su camiseta y comencé a limpiar la herida.
-          Esto…
No podía estar seguro con sólo mirar, no estaba familiarizado con aquel tipo de heridas. Había grabado en la carne de su hombro, justo en la articulación, un corte superficial.
-          ¿Una herida de bala? – Pregunté.
-          Sep. – Fue la casual respuesta. – Simplemente falló. ¿Cuál es el término para esto? ¿Herida superficial?
-          No soy un especialista. Aún soy estudiante.
-          ¿En el Curso Especial?
-          Empiezo el mes que viene.
-          Guau…Alto CI, ¿eh?
Había una punta de sarcasmo en su voz.
Desvié la mirada de su herida y lo miré a los ojos.
-          ¿Te diviertes a mi costa? – Pregunté.
-          ¿Divertirme a tu costa? ¿Cuándo me estás tratando? Nunca. Así pues, ¿cuál es tu especialidad?
Le dije que estaba especializado en ecología. Recientemente había sido aceptado en el Curso Especial.
Ecología. Lo último que tenía que ver con cómo tratar una herida de bala. Mi primera experiencia. Era un poco excitante.
<Vamos a ver, ¿qué tengo que hacer primero? Desinfectar, vendar…Oh, sí, tengo que detener el sangrado primero.>
-          ¿Qué haces? – Preguntó el chico.
Me miraba mientras yo sacaba la jeringuilla del kit de desinfección. Tragó saliva.
-          Anestesia local. – Respondí. – Muy bien, ahí va.
-          Eh, espera un minuto…Vas a dormirlo, ¿y luego qué?
-          Coserlo.
Supuestamente lo dije con una sonrisa tan grande que parecía que no podría estarme divirtiendo más. Es algo que descubrí mucho después.
-          ¡Coserlo! – Exclamó. - ¿Puedes hacer algo más primitivo?
-          Esto no es un hospital. No tengo las facilidades necesarias, y además, creo que una herida de bala ya es lo bastante primitiva por sí misma.
La tasa de crimen en la ciudad estaba muy cerca de cero. La ciudad era segura, así que no había necesidad de ciudadanos que llevaran armas, y si lo hacían era sólo para cazar. Dos veces al año las leyes se levantan para temporadas de cacería. Con antiguas armas de fuego colgando del hombro, los aficionados se aventuraban en las montañas del norte.
A mi madre no le gustaban. Decía que no entendía cómo la gente podía matar animales por diversión, y ella no era la única. En el censo periódico el 70% de la población expresaba su desagrado hacia la caza como una forma deportiva.
Matar pobres animales inocentes…Qué violento, qué cruel.
Pero la figura sangrante frente a mí no era un zorro ni un ciervo. Era un humano.
-          No puedo creerlo. – Musité para mí mismo.
-          ¿Creer qué?
-          Que haya alguien que dispare a otra gente…A no ser…¡No me digas que alguien del club de caza te disparó por error!
Sus labios se curvaron. Estaba sonriendo.
-          El club de caza, ju…- Dijo aún con esa sonrisa torva. – Bueno, supongo que puedes llamarlo así. Pero no me dispararon por error.
-          ¿Ellos sabían que disparaban contra un humano? Eso va contra la ley.
-          ¿Ah sí? En lugar de a un zorro, simplemente estaban cazando a un humano. Una caza de hombres. No creo que esté contra la ley.
-          ¿Qué quieres decir?
-          Están los cazadores, y los cazados.
-          No sé de qué me hablas.
-          Me imaginaba que no. No necesitas entender. Así que, ¿de verdad vas a pincharme? ¿No tienes un anestésico en espray o algo así?
-          Siempre quise probar la aguja.
Desinfecté la herida y apliqué el anestésico con tres inyecciones alrededor de la ella. Mis manos temblaban un poco por los nervios, pero aún así lo logré hacer suavemente.
-          Debería comenzar a adormecerse pronto, y entonces…- Dije.
-          Vas a coser. – Él completó mi frase.
-          Sip.
-          ¿Tienes alguna experiencia?
-          ¡Claro que no! No voy a entrar en medicina. Pero tengo conocimiento básico de puntos de sutura. Lo vi en un vídeo.
-          Conocimiento básico, uh…
Lanzó una honda exhalación y me miró directamente a la cara.
Tenía unos labios finos y pálidos, mejillas hundidas, y piel blanca y seca. Tenía el rostro de alguien que no ha tenido una vida decente. Realmente parecía una presa animal que había sido perseguida implacablemente, exhausta, sin un lugar al que correr.
Pero sus ojos eran diferentes. Estaban desprovistos de emoción, pero podía sentir el fiero poder que emanaba de ellos. ¿Era vitalidad? Eso creía yo. Nunca antes me había encontrado con alguien con unos ojos tan memorables como aquellos.
Y esos ojos me estaban mirando sin pestañear.
-          Eres raro. – Me dijo de pronto.
-          ¿Por qué me dices eso? – Pregunté, sorprendido.
-          Ni siquiera me has preguntado mi nombre.
-          Oh, ya. Pero yo tampoco me he presentado.
-          Shion, ¿verdad? ¿Cómo la flor?
-          Sip. A mi madre le gustan los árboles y las flores silvestres. ¿Y qué hay de ti?
-          Nezumi.
-          ¿Eh?
-          Mi nombre.
-          Nezumi…no puede ser.
-          ¿El qué?
Aquellos ojos no eran los de una rata, eran mucho más elegantes. Como…Como el cielo justo antes del amanecer…¿No se parecía a ese color?
Me ruboricé, avergonzado de encontrarme recitando como un mal poeta.
Alcé la voz.
-          Bien, aquí vamos.
<Recuerda los pasos básicos de la sutura.> Me dije a mí mismo. <Pon dos o tres hilos iguales y úsalos como soporte para continuar la sutura…Debes hacerlo con el máximo cuidado y precisión…En el caso de una sutura continua…>
Mis dedos temblaron. Nezumi los miraba en silencio. Estaba nervioso, pero también un poco excitado. Estaba poniendo en acción lo que había leído en un libro de texto. Era…estimulante.
Completé la sutura. Apreté un trozo de gasa limpia en la herida. Una gota de sudor se deslizó por mi frente.
-          Así que eres listo.
La frente de Nezumi también estaba perlada de sudor.
-          Sólo soy bueno con las manos. – Respondí.
-          No sólo tus manos. Ese cerebro tuyo. Sólo tienes doce años, ¿no? Y ya vas a entrar en el Curso Especial de la más alta educación institucional. ¡Eres de la super élite!
Esta vez no había una punta de sarcasmo, ni tampoco un poco de admiración.
Silenciosamente aparté las gasas y el instrumental.
Diez años atrás obtuve una alta puntuación el examen de inteligencia para niños de dos años de la ciudad. Ésta proveía a las personas como yo, con grandes habilidades físicas o mentales, de la mejor educación que se pudiera desear.
Hasta la edad de diez años fui a clases en un entorno repleto de las últimas facilidades, rodeado de otros compañeros de clase iguales a mí. Bajo la atenta mirada de regios y expertos instructores aprendíamos los rudimentos de la educación, después de lo cual cada uno tuvimos nuestro propio grupo de profesores que nos ayudaron a movernos hacia nuestro campo de especialización, el que más nos conviniera.
Desde el día en que me convertí en un alto rango el futuro me fue proveído. Era inamovible. Ninguna fuerza podría romperlo.
Al menos eso es lo que yo pensaba.
-          Parece una cama confortable. – Murmuró Nezumi, aún apoyado en ella.
-          Puedes usarla, pero cámbiate primero.
Dejé caer en su regazo una camisa limpia, una toalla y una caja de antibióticos.
Caprichosamente decidí de pronto hacer un chocolate. Tenía suficientes aplicaciones de cocina básica en mi cuarto para preparar una o dos bebidas calientes.
-          No es exactamente a la moda, ¿eh? – Comentó Nezumi, esnifando mientras cogía la camisa de tartán.
-          Mejor que una camiseta sucia que está rota y cubierta de sangre, si me preguntas.
Le pasé una cálida taza de chocolate.
Por primera vez en aquella tarde pude ver un conato de emoción en sus ojos grises. Placer. Nezumi sorbió un poco y murmuró suavemente…
-          Es bueno. Mejor que tu sutura.
-          No es justo compararlo. Creo que lo he hecho bastante bien para ser mi primera vez.
-          ¿Siempre eres así?
-          ¿Eh?
-          ¿Siempre eres así de abierto? ¿O es normal para todos los finolis elitistas no tener una pizca de sentido del peligro?
Nezumi hablaba mientras sostenía la taza con las dos manos.
-          Estáis bien sin sentir ningún peligro ni miedo contra los intrusos, ¿eh? – Continuó.
-          Siento el peligro. – Aseguré. – Y miedo también. Tengo miedo de las cosas peligrosas y no quiero tener nada que ver con ellas. Tampoco soy tan ingenuo para creer que alguien que sube a la ventana del segundo piso es un ciudadano respetable.
-          ¿Entonces por qué?
Él tenía razón. ¿Por qué? ¿Por qué tratar las heridas del intruso, incluso darle chocolate caliente? Yo no era un monstruo de sangre helada pero tampoco rebosaba en compasión y bondad para tenderle una mano a cualquier herido que me encontrara. No era un santo. Odiaba tratar con molestias y desacuerdos.
Pero había dejado entrar a este intruso. Si las autoridades civiles lo encontraban me metería en un lío. Podrían verme como a alguien carente de buen juicio, y si eso pasara…
Mis ojos se encontraron con unos profundamente grises. Sentí como si pudiera ver una punta de risilla en ellos…Como si viera a través de mí todo lo que yo pensaba, y se riera.
Me apreté el estómago y lo miré.
-          Si fueras un hombre grande y agresivo hubiera encendido la alarma en este mismo instante. Pero eres bajito y pareces una chica, y a punto de desmayarte. Así que…Decidí tratarte. Y…
-          ¿Y?
<Y tus ojos son del color más extraño que nunca había visto. Me atraen.>
-          Y…Quería ver cómo eran los puntos de sutura.
Nezumi se encogió de hombros y bebió el resto de su chocolate. Limpiándose la boca con el dorso de la mano acarició las sábanas con la palma.
-          ¿De verdad puedo dormir? – Preguntó.
-          Claro.
-          …Gracias.
Esas fueron las primeras palabras de agradecimiento que había oído desde que entró en mi habitación.

***

Mamá estaba sentada en el sofá de la sala de estar, absorta en la televisión de pantalla plana que había montada en la pared. Notó que yo venía y señaló la pantalla.
Una locutora con el pelo muy largo y liso hablaba, advirtiendo a todos los residentes de Chronos.
Un criminal había escapado del correccional del Bloque Oeste, y había sido visto por última vez huyendo hacia el área de Chronos. Por esto y también a causa del huracán, la zona había sido cerrada esa noche; cualquiera que viviera allí, excluyendo casos especiales, tenía prohibido salir de su casa.
El rostro de Nezumi apareció en la pantalla. Debajo los signos “VC103221” flotaban en color rojo.
-          VC…- Musité.
Me llevé una cucharada de pastel de cereza a la boca. Cada año, sin excepción, mamá cocinaba pastel de cereza por mi cumpleaños. Era porque mi padre había traído uno el día en que nací.
Por lo que mamá decía, mi padre era un caso incurable de despilfarrador al que le gustaban las mujeres y, por encima de todo, la botella. Había estado a un paso de convertirse en alcohólico.
Un día él vino a casa. En su borrachera había comprado pastel de cereza…tres de ellos. Por lo visto estaban tan buenos que ella recordaría su sabor cada vez que el siete de Septiembre se acercara.
Mis padres se divorciaron dos meses después del pastel de cereza.
Desafortunadamente yo no tenía memoria del incurable caso de mi padre, el que estaba a un paso del alcoholismo. Pero no era un inconveniente: después de haber alcanzado un nivel tan alto en el ranking de inteligencia, mamá y yo recibimos el derecho de vivir en Chronos, a la par de seguridad para nuestras condiciones de vida, incluyendo nuestra modesta pero bien arreglada casa. Ningún inconveniente en absoluto.
-          Acabo de recordarlo. – Dije de pronto. – El sistema de seguridad del jardín todavía está apagado. No hay problema con dejarlo así, ¿verdad?
Mi madre se giró con lentitud. Había ganado mucho peso recientemente, y parecía costarle mucho esfuerzo cada movimiento.
-          Es un incordio esa cosa. – Respondió. – Incluso un gato saltando sobre el muro puede hacer saltar la alarma, y entonces el personal de la Oficina de Seguridad vienen a comprobarlo. Qué molestia.
Casi en correlación con su subida de peso, había comenzado cada vez más a decir que las cosas “eran un incordio”.
-          ¡Pero míralo! – Se volvió hacia la televisión. – Aún es tan joven. Un VC…Me pregunto qué ha hecho.
VC. El V-Chip, la versión corta de Violencia-Chip, un término originalmente usado en América para un semiconductor que se usaba como censor de contenido televisivo. Con este chip podías programar la televisión para no mostrar las escenas violentas o perturbadoras. Si recuerdo correctamente, el término fue usado por primera vez en la revisión del acto de telecomunicaciones del 1996.
Pero en No.6 el término VC traía consigo un significado mucho mayor. Asesinatos, intentos de asesinato, robo, asalto u otro crimen violento, todos eran susceptibles de tener el chip plantado en su cuerpo. Eso permitía a los ordenadores rastrear la localización, condición e incluso las fluctuaciones emocionales del convicto.
VC era, en definitiva, un término usado para los criminales violentos.
<¿Pero cómo se lo ha quitado?> Pensé.
Si el VC aún estaba en su interior, su localización podría ser monitoreada instantáneamente con el sistema de rastreo de la ciudad. Debería ser fácil arrestarlo sin advertir a los ciudadanos, pero hacer pública la noticia de su escape y forzar el encierro de todo el mundo sólo podía significar que no eran capaces de encontrarlo.
<¿La herida de bala podría…? No, no puede ser.>
Nunca antes había visto una herida así en un ser humano, pero podría decir que definitivamente venía de un disparo en la distancia. Si hubiera disparado al chip junto a la carne de su hombro por sí mismo, la herida sería mucho más seria, con quemaduras y todo. Realmente seria.
-          Qué aburrido, ¿verdad? – Dijo de pronto mi madre. – Una lástima, siendo que es tu día especial.
Ella suspiró mientras echaba unas cuantas hojas de perejil en la olla del guiso sentada a la mesa.
“Aburrido” era otra palabra que mamá estaba usando mucho aquellos días.
Ella y yo éramos muy similares. Éramos un poco hipersensibles, y no nos gustaba mucho socializar. La gente a nuestro alrededor era amable, tan amable que no había nada malo que decir de ellos. Mis compañeros de clase, los ciudadanos a nuestro alrededor, todos eran geniales, inteligentes, y comedidos en sus maneras.
Nadie alzaba la voz para insultar a alguien, o trataba a otra persona con hostilidad. No había gente extraña ni taimada. Todo el mundo mantenía un estilo de vida meticulosamente saludable, tanto que las figuras con ligero sobrepeso como la de mi madre eran raras.
En este pacífico, estable y uniforme mundo donde todo el mundo parecía igual, mi madre engordó, comenzó a utilizar palabras como “incordio” o “aburrido”, y yo comencé a encontrar opresiva la presencia de otras personas.

Rómpelo.
Destruyelo.
¿Destruir qué?
Todo.
¿Todo?

La cuchara se me cayó de la mano y golpeó el suelo.
-          ¿Qué sucede? – Preguntó mamá. – Estás a kilómetros de distancia.
Mi madre me miró inquisitiavmente. Su cara redonda se quebró en una sonrisa.
-          Esto es raro en ti, Shion, tirándolo todo así. ¿Quieres que desinfecte esa cuchara?
-          Oh, no, no es una gran cosa.
Le sonreí también.
Mi corazón corría tan deprisa que me costaba respirar.
Me bebí toda el agua mineral de una sola vez, intentando calmarme.
Heridas de bala, sangre, VC, ojos grises. ¿Qué eran todas estas cosas? No habían existido en mi mundo hasta ahora. ¿Qué motivo tenían, entrando tan bruscamente en mi vida?
Tuve una premonición efímera, la sensación de que se acercaba un gran cambio: como un virus que entra en las células y las muta o las destruye, yo sentí que este impostor iba a cambiar el mundo en el que vivía e iba a destruirlo por completo.
-          ¿Shion? – Me llamó mi madre. – De verdad, ¿qué pasa contigo?
Me miraba a la cara con expresión preocupada.
-          Lo siento, mamá. El reporte me está preocupando. – Mentí, levantándome. – Voy a terminar de comer en mi cuarto.

***

-          No enciendas la luz.
La baja voz me dio la orden en cuanto entré en la habitación.
No me gustaba la oscuridad, así que normalmente dejaba encendidas las luces, pero ahora todo estaba sumido en la oscuridad.
-          No puedo ver nada. – Repliqué.
-          No lo necesitas.
Pero si no podía ver no podía moverme. Me quedé sin hacer nada, con el trozo de pastel de cereza en las manos.
-          Algo huele bien. – Dijo Nezumi.
-          Traigo pastel de cereza.
Oí un ligero silbido de apreciación en las tinieblas.
-          ¿Quieres un poco? – Pregunté.
-          Por supuesto. – Respondió él rápidamente.
-          ¿Vas a comer en la oscuridad?
-          Por supuesto.
Suspiré y con cuidado avancé un paso. Pude oír una risita disimulada.
-          ¿No puedes encontrar el camino en tu propio cuarto? – Preguntó Nezumi.
-          No suelo ser nocturno, gracias. ¿Puedes ver en la oscuridad?
-          Soy una rata. Por supuesto que puedo.
Logré encontrar la cama, y el pastel desapareció de entre mis manos.
-          VC103221.
En la oscuridad pude sentir a Nezumi estremeciéndose.
-          Estabas en las noticias. – Comenté. – Famoso.
-          Ja. – Hizo él. - ¿No se me ve mucho mejor en la vida real? Ey, el pastel es bueno.
Comenzaba a acostumbrarme a las tinieblas. Me senté en la cama y estreché al mirada hacia la silueta de Nezumi.
-          ¿Pudiste escapar? – Pregunté.
-          Por supuesto.
-          ¿Qué hiciste con el chip?
-          Aún lo llevo dentro.
-          ¿Quieres que lo saque?
-          ¿Cirugía otra vez? No, gracias.
-          Pero…
-          No tiene importancia. Es inútil de todos modos.
-          ¿Qué quieres decir?
-          El VC es sólo un juguete. Desactivarlo es como un pedazo de pastel.
-          Un juguete, uh…
-          Sí, un juguete. Y deja que te diga algo: la ciudad en sí misma es un juguete, también. Un juguete barato que es bonito sólo en el exterior.
Nezumi había acabado con el pedazo de pastel. Lanzó un suspiro de contento.
-          Así que…- Continué. -…¿estás seguro de que vas a escapar, cuando la ciudad está en alerta máxima?
-          Por supuesto.
-          Pero hay un chequeo de seguridad muy estricta para los intrusos indocumentados. Hay un sistema entero en este lugar para gente así.
-          ¿Tú crees? El sistema de esta ciudad no es tan perfecto como te piensas, está lleno de agujeros.
-          ¿Cómo puedes decir eso?
-          Porque yo no soy parte del sistema. Todos vosotros habéis sido programados cuidadosamente para creer que esta patraña agujereada es la perfecta utopía. O no, tal vez sois vosotros quienes queréis creer.
-          Yo no.
-          ¿Eh?
-          Yo no creo que este lugar sea perfecto.
Las palabras brotaron de mi boca.
Nezumi quedó en silencio. Frente a mí sólo había una amplia extensión de oscuridad: no podía sentirlo en ninguna parte.
Él tenía razón, era como una rata. Un roedor nocturno, oculto en las tinieblas.
-          Eres extraño. – Dijo de pronto, en voz muy baja.
-          ¿De verdad?
-          Sí. No es algo que alguien de la élite deba decir. ¿No tendrías problemas si las autoridades lo descubren?
-          Sí, grandes problemas.
-          Has dado con un VC huido y no lo has reportado a la Oficina…Si te descubren estarás en un problema aún mayor. No van a dejarte ir fácilmente.
-          Lo sé.
Nezumi de pronto me cogió del hombro. Sus dedos se hundían en mi carne.
-          ¿De verdad? – Dijo en voz baja. – Quiero decir, no es mi problema lo que te pase, pero si al final eres atrapado por mi culpa no me gustaría. Me sentiría como si hubiera hecho algo horrible…
-          Qué considerado por tu parte.
-          Mamá siempre me decía “no le causes problemas a otras personas”.
Noté que lo decía muy bajo, muy levemente, casi como sin querer.
-          ¿Entonces vas a irte? – Pregunté.
-          No. – Respondió en seguida. – Estoy cansado, y ahí fuera hay un huracán. Y finalmente tengo una cama. Dormiré aquí.
-          Decídete.
-          Papá siempre me decía que separara mis modales de mis sentimientos privados.
-          Suena como a un buen padre.
Sus dedos abandonaron mi brazo por fin.
-          Supongo que tengo suerte de que seas raro. – Comentó suavemente.
-          ¿Nezumi?
-          ¿Hm?
-          ¿Cómo llegaste a Chronos?
-          No te lo digo.
-          ¿Escapaste del Correccional y entraste en la ciudad? ¿Es siquiera posible?
-          Por supuesto que es posible, pero yo no entré en No.6 por mi cuenta. Alguien me trajo. No es como si yo quisiera estar aquí, de todos modos.
-          ¿Te trajo?
-          Sep. Estaba siendo escoltado, podría decirse.
-          ¿Escoltado? ¿Por la policía? ¿Adónde?
El Correccional estaba en el Bloque Oeste, una zona de alta seguridad. Cualquiera que quisiera entrar en No.6 desde allí tenía que conseguir el permiso de la Oficina.
Aquellos que conseguían permisos especiales eran libres de entrar y salir, pero había oído que los nuevos solicitantes tenían que esperar al menos un mes para saber el resultado…y normalmente menos del diez por ciento eran admitidos. El número de días que podían estar dentro de la ciudad estaban severamente restringidos, así que naturalmente la gente comenzaba a acumularse en el Bloque Oeste.
Más personas esperando que se procesaran sus permisos significaban más establecimientos de comida y hospedaje en las calles para atenderlos, y más gente contratada para el trabajo o para hacer negocios.
Nunca había estado en el Bloque Oeste, pero había oído que caótico pero vivo lugar. La criminalidad era alta; la mayoría de los VC que llenaban las celdas del Correccional eran residentes del Bloque Oeste.
Las sentencias eran desde un año a toda la vida, basándose en la edad, la historia criminal y el grado de violencia del crimen; no había pena de muerte.
El Bloque Oeste servía como una especie de fortaleza que contenía toda la gente y las cosas de naturaleza criminal, y prevenía que entraran en la ciudad.
Así que…Para que un VC fuera escoltado desde allí hacia el interior de los muros…¿Hacia dónde lo llevaban? ¿Por qué razón?
Nezumi se arrastró y se acostó en al cama.
-          Probablemente a la Gota Lunar. – Respondió.
-          ¡El ayuntamiento! – Exclamé. - ¿El centro de la ciudad? ¿Por qué?
-          No te lo digo. De todos modos no deberías saberlo.
-          ¿Por qué no?
-          Estoy cansado. Voy a dormir.
-          ¿Es algo que no puedes decirme?
-          ¿Puedes garantizar que puedes olvidar algo completamente una vez lo has oído? ¿Pretender que no lo has escuchado? ¿Mentir del todo y decir que no sabes nada? Tal vez eres listo, pero no eres un adulto. No puedes mentir tan bien.
-          Supongo, pero…
-          Así que no preguntes en primer lugar. A cambio, yo no se lo diré a nadie.
-          ¿Eh? ¿El qué?
-          Sobre cómo estabas gritando por la ventana.
Me había visto.
Sentí mi rostro ardiendo de vergüenza.
-          Me cogió totalmente por sorpresa. – Comentó Nezumi. – Me colé en tu jardín y estaba preguntándome qué hacer a continuación, y de pronto la ventana se abrió y sacaste al cabeza fuera.
-          Ey, espera…
-          Estaba mirando qué hacías ahora y en ese momento empezaste a gritar. De nuevo me cogiste por sorpresa. No creo haber visto nunca a nadie gritando con una cara como…
-          ¡Cállate!
Muerto de vergüenza me lancé contra Nezumi, pero todo lo que noté fue la almohada debajo de mí.
En un momento Nezumi estaba en pie. Metió una mano bajo mi brazo y con un rápido giro me encontré fácilmente puesto sobre la espalda. Él trepó sobre mi cuerpo, inmovilizando mis dos brazos con una sola mano. Sus piernas montaron mis caderas a horcajadas, apretándolas con fuerza.
En un instante noté un estremecimiento de entumecimiento recorriéndome las piernas hasta los dedos de los pies.
Estaba impresionado. En un solo segundo me encontraba atrapado, inmovilizado en mi propia cama.
Con su mano libre Nezumi cogió la cuchara. La apretó contra mi garganta y la cruzó con suavidad.
Se agazapó hasta que sus labios estuvieron muy cerca de mi oído.

No.6


-          Si esto fuera un cuchillo…- Susurró. - …estarías muerto.
Un músculo en mi garganta tembló.
-          ¡Esto es asombroso! – Exclamé. - ¿Tiene algún truco para hacerlo?
-          ¿Uh?
-       ¿Cómo puedes inmovilizar a alguien con tanta facilidad? ¿Hay puntos nerviosos especiales que debes apretar o algo así?
La fuerza que me inmovilizaba se relajó.
Nezumi se bajó de mis caderas, temblando…No, estaba riéndose.
-          No puedo creer esto…- Dijo. - ¡Es graciosísimo! Qué natural…
Lo envolví con mis brazos y metí las manos bajo su camiseta, en la espalda.
Estaba caliente. Su ardiente piel estaba mojada de sudor.
-          Ya entiendo…- Murmuré. – Tienes fiebre. Tienes que tomarte algunos antibióticos.
-          Estoy bien…Sólo quiero dormir.
-          Si no bajas la fiebre te sentirás cada vez más débil. Estás ardiendo.
-          Tú estás caliente también…
Nezumi lanzó un profundo suspiro y murmuró con voz ausente:
-          La gente viva es cálida…
En seguida lo oír respirar lenta, mesuradamente. Con su cuerpo febril aún en mis brazos, antes de darme cuenta, me encontré navegando entre sueños.
Cuando desperté por la mañana Nezumi se había ido.
La camisa, la toalla y el kit de emergencia habían desaparecido con él.

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